Identidad Puebla
Puebla, Pue.- En las entrañas de la Ciudad de Puebla, aparecen por doquier sitios históricos alejados del turismo tradicional. Verdaderas reliquias del pasado y presente de la capital poblana, una joya virreinal.
Durante el periodo vacacional de verano, te invitamos a adentrarte a la otra Puebla, a la Puebla de edificios antiguos, al pasado histórico y religioso, ese en que se sentaron las bases de una ciudad moderna y pujante.
Templo, refugio de almas poblanas
Puebla, Pue.- Diariamente sus enormes rejas negras de acero se abren para recibir a decenas, y tal vez miles de poblanos. Antes de ingresar, los fieles católicos hacen una cruz en el vidrio y se persignan ante la Santísima Trinidad que se encuentra sobre una alcancía en la que depositan una moneda como limosna.
La fachada de cantera del Templo de Nuestra Señora de la Merced, erigido en 1598, tiene labradas las esculturas de San Cosme, San Ramón Nonato, San Damián y San Pedro Armengol.
Tan solo 67 años después de la fundación de Puebla, surgió el Templo, testigo del ir y venir de miles de poblanos en el corazón del comercio del Centro Histórico de la ciudad de Puebla.
La avenida afrancesada de Puebla
Puebla, Pue.- En la ciudad de Puebla, unas banquetas amplias, rotondas que simulan a menor escala el Paseo de la Reforma de Ciudad de México, palmeras al centro y edificaciones afrancesadas, nos sumergen en la emblemática Avenida Juárez.
La vialidad posee dos rostros: el sol ve a personas con portafolios, folders y cientos de hojas para hacer trámites o depósitos bancarios; jóvenes con instrumentos en mano para tomar clases en el conservatorio de Puebla y a vendedores de dulces o cigarros que aguardan en las puertas de los establecimientos.
La noche abre la puerta para que la música resuene en cada calle, que los jóvenes rían y que la algarabía se desprenda de cada local: bailar y disfrutar, una bebida y un buen platillo que se saborea en los restaurantes que ahí se ubican.
Lago de la concordia, microcosmos poblano
Puebla, Pue.- En el cerro de Loreto y Guadalupe, en el mirador natural de Puebla, hay un lago artificial donde el bullicio de la ciudad se escucha menos y en lugar del claxón de vehículos, las aves cantando y los patos graznando: es el Lago de la Concordia.
Un depósito de agua artificial donde familias de patos se zambullen en el agua y nadan plácidamente en espera de que un paseante les dé comida. Patos blancos y con plumas cafés y manchas negras que salen del agua para que un niño y su madre les de migajas de pan.
Una familia se toma foto, mientras ven a las aves nadar; una mujer que se resguarda del sol bajo un árbol, sentada en una banca. Turistas que ven el lago a lo lejos, desde el mirador. Un niño que corre con su papá, hay una adulta mayor que compra una paleta de hielo. Parejas sentadas que conversan frente a la calma del lago.
Jardín Trinitarias, legado de quietud
Puebla, Pue.- El barrio de San Francisco tiene una cara no tan conocida, un jardín que antes era un cementerio, paredes del convento que alojaba a religiosos y los primeros hornos de talavera que aún permanecen en el subsuelo.
El Jardín de las Trinitarias, antes de ser un salón social lujoso y ahora un espacio de esparcimiento en la capital poblana, era un cementerio, el de San Francisco. Fue construido en 1848 al otro lado del convento y funcionó hasta 1880.
Este espacio lo ocupaban monjas que tenían una enfermería, casi 150 celdas, cerca de las ex fábricas de La Violeta, Hilaturas, Coberturas y La Oriental.
Capilla, génesis de la Angelópolis
Puebla, Pue.- A unos pasos del mercado de comida típica El Alto, muy cerca de donde decenas de mariachis practican sus “gorgoritos”, se encuentra una de las joyas históricas y arquitectónicas de la capital poblana: el ex-Convento de San Francisco, donde vivió el beato Sebastián de Aparicio, al que algunos le atribuyen la realización de milagros o favores extraordinarios.
La historia del lugar es tan antigua como la fundación de la ciudad, fue en 1585 cuando se concluyó, posteriormente se convirtió en una fábrica de talavera.
En la entrada se observan los vestigios de las columnas industriales, pero también una cruz de madera de mediana estatura, presuntamente forjada en el marco del asentamiento de los franciscanos.
Un paseo por la alcurnia poblana
Puebla, Pue.- El lugar permanece casi intacto por el paso de los años: las mismas cortinas de hace un siglo y medio de antigüedad de terciopelo francés, pinturas, el comedor, la recámara napoleónica y el gran mural en el techo en forma de pastel sobre la sala, donde se hacían las “fiestas más alocadas”.
Las paredes pintadas a mano, los techos adornados que no han necesitado ni un retoque a pesar de los años. Un espejo de origen veneciano, floreros franceses de porcelana con detalles de oro, un candil de origen checoslovaco y una alfombra de persa.
Junto a la iglesia de Santo Domingo, en una fachada roja, en el número 405 sobre la calle 5 de Mayo, el otro museo Bello, el de José Luis Bello y Zetina, un sitio que pocos conocen, pero que refleja cómo vivía una familia de alcurnia en la capital poblana.